Justamente por su carácter ideal (en cuanto a relativo a las ideas), a través del dibujo se logra dotar de corporeidad y generar un elemento representacional de aquello que no es factible en el mundo real, bien por su absoluta imposibilidad técnica (caso utópico) o bien porque necesita de una financiación que no se puede conseguir. En este sentido, el carácter proyectual del dibujo puede ser pensado como un elemento de oposición al propio concepto del proyecto artístico y a la necesidad de financiación dentro del arte contemporáneo.

Sin la pretensión de ser categóricos, parece factible plantear el dibujo como una pequeña “máquina de guerra” que, mediante la utilización de las armas que tiene disponible (las propias del dibujo) y en función de una cierta exterioridad que puede alcanzar frente a lo virtual de la realidad o lo espectacular y productivo de los canales de la oficialidad artística, posibilite, en ciertas ocasiones, la génesis de unos imaginarios (ni siquiera vamos a hablar de pieza de arte) dotados de la corporeidad que el propio dibujo aporta y donde se planteen, sugieran o apunten nuevas simbolizaciones que resulten alternativas a los ordenamientos dominantes. Y pensar en el dibujo como esa materialización del imaginario, aparentemente frágil que puede portar una poderosa máquina de trastornar las representaciones que nos vienen construidas como realidad. Papelillos, figuradamente inofensivos y fácilmente volátiles, que pasan desapercibidos ante la mirada censora por su propia ligereza y que camuflan una capacidad irreductible de hacer propuestas inaceptables.

 

Alberto Chinchón

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