La piedra de la locura
2018. Polvo de grafito aglutinado.
Medidas variables.
La imagen de un cerebro humano es elocuente por obvia –es el icono más recurrente del pensamiento– pero también es una metáfora no exenta de complejidad. Hay que considerar, en primer lugar, que las imágenes convencionales del cerebro son síntesis conceptuales, ingeniosos artificios visuales ideados para comprender una realidad compleja. Pero sobre todo, es necesario tener en cuenta que, con relación al conocimiento, la forma física del cerebro no es sino materia inerte, ya que los procesos mentales que alberga son esencialmente conexiones de naturaleza eléctrica, y por tanto inmateriales. De esta manera, cabe decir que la relación del órgano cerebro con el pensamiento es análoga a la relación entre una obra de arte con su contenido estético; en ambos casos hablamos de un sustrato físico que es lo perceptible como objeto, pero que tiene sentido únicamente en tanto contenedor y detonante de un sistema de relaciones o de conexiones tan valiosas como intangibles. Podemos decir, entonces, que dibujar un cerebro supone representar la máquina de representar.